Ha venido a visitarme mi Anciana Chamana, se me nuestra con largas faldas gruesas y pesadas con mucho vuelo.

Está sentada a la tierra con la falta abierta a su alrededor, su vagina y sacro tocando la tierra.

Su rostro es muy moreno y arrugado ya por la edad longeva y castigado su cutis por el contacto con el clima.

Ella sabe que su hogar está en la naturaleza para después cobijarse en un techo que ampara su descanso.

Se siente una con cada gesto de Madre Tierra en forma de flor, de canto de los pájaros, del aire inspirador y revolucionario.

El vuelo de las rapaces le hablan de su propio vuelo recordándole que es cielo y amplia visión.

Todo es presencia y belleza, esta es su medicina, el amor que emana de todo lo vivo.

También sabe de la imperfección del ser humanos y el desafío que implican las mentes pensantes como potencial hacia el equilibrio o la destrucción.

Su serenidad es abrumadora, sabe que en todo está la vida gobernando, sabe que en la destrucción también.

Ella se dedica a acompañar a sanar los diferentes desequilibrios que acontecen en la condición humana sólo por ser humanos.

No percibo en ella atisbo alguno de dualidad entre el bien o el mal.

Su atención se dirige a acompañar a volver al flujo vital donde cuerpo, mente y espíritu se organizan de nuevo para la vida.

Percibe la materia como algo tan tangible como intangible.

La Tierra se ondula bajo sus pies recordándole que es una ilusión, más ella está tan entregada a su propósito, está tan presente entre su cielo y su tierra que el contacto con la muerte es Vida.

Ella es su propia medicina, por eso es medicina para su comunidad, ella no es lo que hace sino lo que Es.